miércoles, 2 de marzo de 2011

LA SANGRE DE CRISTO, EL VINO DE LA TIERRA.

Los Cristianos, tal como Jesús nos enseñó representamos la sangre de Cristo con el vino, y desde entonces está presente en las eucaristías de los cinco continentes. Aunque cualquier vino puede servir para celebrar misa, sólo unos pocos traspasan las puertas de las sacristías. Son productos específicos para la consagración que cuentan, además, con el visado de la Iglesia.

Turís, un pueblecito muy cercano a Valencia, es una de las principales áreas productoras de este caldo. En la bodega La Baronía emplean una técnica tradicional, casi ecológica, para elaborarlos. Utilizan una variedad de uva autóctona, malvasía, seleccionan únicamente los racimos de las viñas más antiguas en las laderas orientadas al sur porque reciben más sol y maduran más. La sobremaduración conlleva una mayor presencia de azúcares naturales, un aspecto clave para lograr un vino de licor.

La técnica es simple. Tras la vendimia, el zumo de uva se deja fermentar hasta que el proceso se interrumpe voluntariamente para evitar que todo el azúcar se transforme en alcohol. El 15% de graduación final se consigue agregando alcohol de vino.

El resultado, tras un año de trabajos, es un vino dulce, con aromas a fruta madura, higos, orejones y pasas, todos ellos característicos de este tipo de uva. 'Sant Leandro', como se conoce comercialmente a este producto, no ha pasado inadvertido en el Vaticano. No en vano, fue utilizado tanto por Juan Pablo II como por Benedicto XVI, éste último en la eucaristía del Encuentro Mundial de las Familias de Valencia.
Cada año, la Baronía de Turís produce alrededor de 80.000 botellas de las que exporta cerca de la mitad, la mayor parte a países de América Latina. Y cuenta, además, con el certificado del Arzobispado de Valencia que acredita su idoneidad para la celebración de la Santa Misa.

No obstante, los caldos empleados en la liturgia coinciden en algunos aspectos, de acuerdo con el gusto y las costumbres de la Iglesia. Así, aunque la variedad de la uva puede variar (la más habitual es la moscatel), acostumbran a ser blancos, de alta graduación y con un sabor dulce, una botella puede durar meses, dado que la cantidad que se consume en la eucaristía es mínima. "Con ello se evita que se estropee pronto.

Su sabor, dulce y afrutado, también encuentra una explicación lógica. La ingesta debe resultar agradable para el sacerdote. Sobre todo porque, en muchas ocasiones, es el primer líquido que ingieren en el día. La gama cromática, en cambio, depende del tipo de uva. Oscilan entre el blanco y el color caramelo, aunque son más habituales los blancos, ¿por qué? de nuevo prima el pragmatismo religioso. Tras consagrar el vino, los clérigos limpian el cáliz con un paño de color blanco denominado purificador. De este modo, evitan las machas.

Si se agotan las existencias, no hay problema alguno. Se admite cualquier tipo de caldo, siempre que se trate de vino. En las sacristías no faltarán este domingo.