Junto a la luz, el paisaje, y el ambiente, hay un cuarto elemento que forma y moldea a las persona; la tradición. Esta doctrina y costumbre conservada a lo largo de los tiempos y heredada por transmisión de padres a hijos, es esencial porque al configurarlo, le entrega una herencia decantada durante generaciones y en su conservación, es más en su depurada y acrecentada transmisión, puede estar mucho de su gloria o de su fracaso.
La tradición no es una masa inerte que se recibe en las manos, para entregarla igual a los que nos sucedan. En la tradición se cumple la ley de que las cosas crezcan permaneciendo en si mismas, porque las esencias son permanentes e inmutables y el secreto de su evolución adecuada, es el de descubrir en cada época un nuevo aspecto.
Convine tener claros los conceptos, porque la tradición es fundamental para una vida en orden y equilibrada y de su claro concepto y diáfana noción, están dependiendo de que sean símbolo de prosperidad o monumentos fosilizados dignos de una exposición en un museo, han pasado siglos y siglos y en la mayoría de ellos, han labrado ese depósito transmitido de generación en generación, haciendo llegar hasta nosotros, no ya un tesoro incalculable de riqueza y expresión plástica, sino algo más rico y al mismo tiempo perdurable, un estilo, un modo de ser y de comprender que la hacen personal y distinta. Y fiel al buen concepto, en cada época, hemos de descubrirle un nuevo aspecto que, depurándola, la enriquezca y acreciente.
Por eso me manifiesto como un defensor de las tradiciones más arraigadas, de aquellas que aun pareciendo pretéritas y desfasadas aun conservan la esencia viva de lo que fuimos, somos y seremos. Y estoy completamente seguro que sirve también para cimentar la cohesión social, algo que en estos tiempos nos viene tan bien.
La tradición no es una masa inerte que se recibe en las manos, para entregarla igual a los que nos sucedan. En la tradición se cumple la ley de que las cosas crezcan permaneciendo en si mismas, porque las esencias son permanentes e inmutables y el secreto de su evolución adecuada, es el de descubrir en cada época un nuevo aspecto.
Convine tener claros los conceptos, porque la tradición es fundamental para una vida en orden y equilibrada y de su claro concepto y diáfana noción, están dependiendo de que sean símbolo de prosperidad o monumentos fosilizados dignos de una exposición en un museo, han pasado siglos y siglos y en la mayoría de ellos, han labrado ese depósito transmitido de generación en generación, haciendo llegar hasta nosotros, no ya un tesoro incalculable de riqueza y expresión plástica, sino algo más rico y al mismo tiempo perdurable, un estilo, un modo de ser y de comprender que la hacen personal y distinta. Y fiel al buen concepto, en cada época, hemos de descubrirle un nuevo aspecto que, depurándola, la enriquezca y acreciente.
Por eso me manifiesto como un defensor de las tradiciones más arraigadas, de aquellas que aun pareciendo pretéritas y desfasadas aun conservan la esencia viva de lo que fuimos, somos y seremos. Y estoy completamente seguro que sirve también para cimentar la cohesión social, algo que en estos tiempos nos viene tan bien.