lunes, 12 de octubre de 2009

LADRAN LOS PERROS SANCHO ...

“Ladran los perros mi querido Sancho, luego cabalgamos”, esta frase que ni siquiera corresponde a un fragmento del Quijote de Cervantes, sino que de forma anónima fue introducida en la gran leyenda que ocupa este singular libro, lección de vida, pasado, presente y futuro de quienes algún día pasamos la página de la sensatez para comenzar las líneas de la eterna locura, servirá para extrapolar una forma de ser, un método que algunos utilizan sabedores del daño que provocan, para perturbar la vida de los demás.

Ha pasado el tiempo, pero aun resuenan en mi mente los ladridos de aquellos perros, que son sólo ecos lejanos de los aullidos de quienes están inmersos en las húmedas mazmorras de sus maltrechas y solitarias almas, y pretenden con sus zancadillas y espantos soberanos desequilibrar y asustar a quienes queremos cabalgar por los inhóspitos caminos sin señales ni indicación alguna, caminos de esperanza infinita, progreso y auto renovación compulsiva.
Ladridos sin sentido, salvo la rabia de la ignorancia, de quienes se creen dueños de un universo sutil, y quieren esclavizar a los que intentan saltarse las leyes impuestas por interesados sin escrúpulos o manipuladores reverentes capaces de todo, en vez intentar cabalgar en su propio caballo y recorrer el camino de la verdad. Pero claro esta, y es ahí donde radica el sentido más razonable de esta frase, si no fuese por los ladridos de éstos perros, ni siquiera nosotros mismos reflejados en el espejo de vida, sabríamos que cabalgamos.

Día a día nos movemos en la soledad de nuestro propio yo, o en compañía de la desesperada unión entre uno mismo y su propia fe, nos abrimos paso en un camino tortuoso en medio de la oscuridad acompañados de "Sanchos" silenciosos, siempre escuchando ladridos, que son heridas impertinentes de nuestra existencia y a la vez la mejor señal de que se avanza. Son perros callejeros y despechados, perros carroñeros, pequeños perrillos marcados por la inconsciencia heredada de sus mayores, no importa de que calaña procedan, lo importante es que todos ladran en solitario o al unísono, pero todos ladran.

Aunemos todas las fuerza que nuestro cuerpo permita ejercer, arreemos a nuestro fiel “Rocinante”, para con la mayor de las ilusiones y con más ganas que nunca poder luchar contra los molinos de la crueldad, la intolerancia, la marginación, el racismo, la incomprensión y sobre todo la sinrazón heredada. Seamos dignos de cumplir con las expectativas que desde que nacemos traemos designadas, cabalguemos con fuerza por los abruptos caminos, porque lo andado es lo ganado y el final aun lejano cada vez esta más cerca.