martes, 16 de febrero de 2010

MIERCOLES DE CENIZA - CUARESMA -

De pequeño solía jugar en el patio de la Parroquia, entre los viejos macetones cubiertos por el intenso verdor de la hierba que agobiaba a los geranios, el empedrado del suelo en el que solía imaginar multitud de figuras que servían en un misterioso entretenimiento de canicas, y en sus viejos salones de los que se desprendía el olor a humedad y a libros de primera comunión. El cantineo de un pájaro que no conocía, daba la nota musical a esas tardes bañadas por millones de rayos de sol, que a duras penas conseguían franquear los altos y amarillentos muros desconchados. Para mi eran tardes de inocentes juegos en un lugar lleno de misterio, al amparo de la vieja y dañada torre campanario, que tantas veces me gustaba dibujar en mi cuaderno mientras estaba en clase, o repasar en mi mente justo antes de quedar dormido.

Una de esas tardes, en las que el invierno deja entrever la llegada de la cercana primavera, ese tipo de tardes en las que las luz del sol tiene otro color, se presumía diferente, esa tarde iba a ser mágica para mi. José, el “Sacristán” me pidió que le ayudase a quemar ramas de olivo, para mi fue fascinante, que mas podía pedir un crío, ramas secas, cerillas, en definitiva fuego, razón por la cual me entraron unas ganas de hacer "pipí" inaguantables. Pregunte a José, para que quemábamos las ramas de olivo y a igual que siempre, predispuesto a dar una lección al instante, me explico que esas eran las ramas bendecidas de Domingo de Ramos, que hoy se quemaban para que las cenizas que queden después de la quema sean utilizadas en la misa, de esta forma Pepe el Cura hará una cruz con ellas en la frente de los hombres y mujeres, mientras repite "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás, simbolizando que estamos de paso Pepe. Yo quede fascinado, era algo sorprendente y mágico.

Han pasado muchos años desde entonces, y aquella tarde aun la recuerdo como una película grabada en mi mente fotograma a fotograma, puede que haya olvidado algo o quizás inventado, pero no se aleja mucho de la realidad de aquel momento, han pasado muchos años y el rito se sigue haciendo igual, aunque José ya no quema las ramas, el Párroco es otro, y yo, ya no juego en el patio de la Parroquia, que ha cambiado tanto que no inspira los sueños infantiles de antaño. Ha pasado tanto tiempo que mi piel se ha vuelto más dura, mi corazón más recio, mi mente más abierta y mis pelos ya blanquean sin remedio.

Mañana al igual que desde aquella tarde hago cada año, cumpliré con el rito de asistir a la misa, me impondrán en la frente la ceniza y una vez mas intentare resurgir de mis propias cenizas para ser mejor persona, olvidar lo peor del pasado y vivir un mejor presente. Esta cuaresma quiero hacerme algunas preguntas como ¿qué sucede en nuestra sociedad? ¿y en nuestra Iglesia? ¿qué nos sucede a nosotros mismos? ¿por qué tenemos miedo a quien es diferente, a quien no tiene nuestro mismo color de piel, ni nuestros rasgos; a quien habla una lengua distinta, tiene costumbres, modos y hábitos diferentes; no comparte nuestra religión ni nuestra cultura; procede de lejanos países que no conocemos y se muestra diverso en su forma de organización social y familiar? Los inmigrantes, ¿tan distintos son? ¿tan diferentes los sentimos?.

La Cuaresma nos invita a mirar a nuestro alrededor y a sintonizar con las necesidades de quienes nos rodean, necesidades materiales ciertamente, pero también esas otras más profundas que nos llaman a ser generosos con nuestro afecto y nuestro tiempo. Benedicto XVI propugna este año, en su anual mensaje cuaresmal, una reflexión sobre la justicia. Al fin y al cabo, la justicia clama al cielo en estos tiempos de fuerte y larga crisis económica y social. -El anuncio cristiano –dice el Papa- responde positivamente a la sed de justicia del hombre. El cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.