lunes, 30 de agosto de 2010

UN VELO EN LA CABEZA Y UNA VENDA EN NUESTRA MEMORIA

Hoy por hoy seguimos haciéndonos eco de artículos de opinión y cartas al director acerca del velo islámico. Parece que esta prenda se ha convertido en uno de los problemas cotidianos de una sociedad en la que apenas se nota su empleo, aunque curiosamente llama mucho la atención de aquellos que se sienten molestos por que las jóvenes acudan a clase con él o por el simple hecho de pasear por la calle ataviadas con este coqueto complemento. Lo cierto es que esta prenda tan insignificante, además de cubrir la cabeza de las mujeres musulmanas, ha servido y en ocasiones sigue sirviendo para ocultar la situación de las mujeres españolas, profesar la religión católica o simplemente seguir las tradiciones.

A poco que rocemos los cuarenta años, no nos será complicado recordar algún familiar o vecino ataviado con un velo de luto en la cabeza, un hábito de promesa hasta los pies o ambos a la vez, en la españa de los años cincuenta y sesenta, aunque parezca que hablamos de una eternidad era muy frecuente entre las mujeres españolas el uso del velo, pero la entrada en la era de la modernidad y mientras en España existía un rechazo ante esta costumbre, "símbolos y conceptos de lucha por la igualdad”, en los países musulmanes se intensificaba aun más el uso de esta prenda avalada por la presión social y el arraigo de las costumbres y creencias religiosas.

Menudo atraso el de aquella España, las mujeres no podían caminar en compañía de los hombres; el velo negro era una prenda imprescindible para ir a la Iglesia y en ocasiones en la calle también; las niñas de primera comunión ataviadas con un velo de encaje en la cabeza; para ser desposadas las mujeres cubrían su rostro con un velo que sólo se levantaba al ser tomada como esposa y que decir de la tradicional mantilla española que tan orgullosa pasean señoras y señoritas en las fiestas patronales. Pero mira por donde sin necesidad de cruzadas derechistas ni operaciones de paz izquierdistas, los velos han ido disminuyendo en tamaño y presencia hasta nuestros días. Sin embargo, en los pueblos se mantiene un grupo de irreductibles en grave peligro de extinción: ancianas cuya negra y larga vestimenta proclaman sin palabras que son viudas o han sufrido la pérdida de un familiar, sobrecogedora tradición que no a mucho por "inercia" y no por la presión de senófobos intolerantes, pasará al olvido.

Otro caso de velo, o mejor dicho hábito como lo llama nuestra religión, es el utilizado por las monjas, éstas utilizan en la gran mayoría velos con los que conviven a diario con el resto de los ciudadanos sin problema alguno. Pero también las hay que cubren todo su cuerpo de pies a cabeza, dejando ver solamente una parte ínfima de su rostro y las manos. Pero a diferencia de las mujeres musulmanas éstas ni siquiera salen de sus conventos o sus casas, no se relacionan con hombres y no reciben visitas sin permiso de una superiora. Se ocultan al mundo tras un velo de tela que para ellas es una forma de vida que adoptan voluntariamente por ideales religiosos y eso basta para que los demás respetemos su decisión por más extraña que a algunos les parezca. Entonces, ¿por qué lo que vale para la religión católica no vale para la musulmana?.

Las mujeres que usan voluntariamente una prenda que les tapa la cara, estarán encantadas de que existan personas que mayoritariamente les de la razón y mientras algunos ciudadanos corrientes también se oponen al velo, mi opinión al respecto es que el velo es parte de una forma de vestir, de vivir y de entender la religión que cada uno profesa. Este sencillo argumento, viene a resaltar las palabras del filósofo que opina que "el velo es un elemento más de una cultura, junto con una forma de vida y una práctica religiosa. Por eso y para terminar a mi parecer os digo, mejor llevar un velo en la cabeza que una venda en nuestros ojos que nos haga perder la memoria.